Pañuelo de Pamplona/Iruñeko Zapia

El Ayuntamiento de Pamplona, al margen de los reconocimientos clásicos que existen en toda ciudad como son el título de hijo predilecto o la dedicación de una calle, cuenta con dos galardones propios con los que homenajear a personas o instituciones que hayan realizado aportaciones especiales a la ciudad en diversos campos como el cultural, académico, científico, deportivo o social: La Medalla de Oro de la Ciudad, que es la máxima distinción y que se concede de forma excepcional, y el Pañuelo de Pamplona/Iruñeko Zapia, de nueva creación y que se concede anualmente.

Sin embargo, a cualquier pamplonés que se le pregunte cual considera que es el mayor reconocimiento que esta ciudad puede otorgar a un ciudadano, dirá, casi sin dudar, que lanzar el Chupinazo inaugural de las fiestas de San Fermín.

El pasado 6 de julio este honor recayó sobre el grupo musical de la asociación Síndrome de Down de Navarra, Motxila 21, después de ser elegidos por la ciudadanía por medio de una votación popular que además ha sido, hasta la fecha, la votación con mayor participación de todas las realizadas por el consistorio pamplonés. No era la primera vez que Pamplona reconocía la labor de Motxila 21; en 2015 estos chavales fueron también los encargados de leer el pregón de Navidad.

Exactamente dos meses después del Chupinazo, el 6 de septiembre, el pleno del ayuntamiento de Pamplona decidió, con el voto en contra de UPN, otorgar el Pañuelo de la Ciudad a los tres ginecólogos que practicaron por primera vez abortos en Navarra. Un reconocimiento concedido a propuesta únicamente del señor Alcalde, rubricado luego por los grupos municipales de Geroa Bai, Aranzadi, IE y el PSN.

Sospecho que no soy la única persona a la que le resulta chocante, por contradictorio e incoherente, el postureo algo hipócrita que supone hacerse la foto con los chicos de Motxila 21 el 6 de julio, y proponer el 6 de septiembre a estos ginecólogos. Y lo sospecho porque, aunque suene duro, a nadie se le escapará que los segundos son colaboradores necesarios, entre otras cosas, para que los primeros dejen de existir, no hay más que leer los recientes estudios que afirman que dentro de 15 años no nacerá ningún síndrome de Down en España.

Pero, al margen de esta profunda contradicción de pasar, en tan sólo un verano, de ser una ciudad que celebra la integración a ser una ciudad que celebra el aborto, la propuesta del Alcalde vuelve a ser un nuevo envite en su apuesta decidida por la confrontación. No parecía difícil encontrar a una persona o institución con méritos suficientes para recibir el Pañuelo de Pamplona, y que además fuera una persona de consenso.

Pero para eso hay que querer consenso y al Alcalde no le va. Asirón es más de utilizar un galardón de la ciudad como un nuevo ariete contra esa parte de la sociedad pamplonesa que él no tolera.

Comenzó con la tristemente polémica exposición de Abel Azcona en la que se exhibieron formas consagradas robadas, insultando gravemente a los católicos. Exposición en la que, sin embargo, sí censuró la colocación de piezas relativas al Corán, por miedo a ofender a los musulmanes, en lo que fue otra hipócrita contradicción que traslucía la verdadera motivación de todo aquel asunto: molestar a quienes piensan diferente.

Continuó permitiendo la exhibición de un cuadro que mostraba una Javierada presidida desde el cielo por Franco y Hitler, siendo nuevamente el objeto de sus burlas buena parte de la sociedad pamplonesa y navarra que se siente identificada con los valores que representa una tradición tan querida como la Javierada. Y ahora remata la jugada concediendo el Pañuelo de la Pamplona a quienes tienen en su haber ser los primeros en practicar abortos en esta ciudad, -algo que nos guste o no resulta polémico-, en otra vuelta de tuerca de un alcalde que disfruta provocando.

Para Asirón, sin embargo, es UPN quien está fuera de la sociedad por exigir que algo tan bueno como un galardón, se utilice para unir a la sociedad y no para enfrentarla. Personalmente no me siento fuera de la sociedad, muy al contrario, me siento parte de la misma. Me siento parte de una sociedad que busca la inclusión, que reconoce al diferente, y que lucha por la vida. Me siento en sintonía con una sociedad en la que la película Campeones logra un amplísimo consenso para representarnos en los Oscars, precisamente por la lección de vida que relata. Me siento parte de la sociedad de Pamplona que votó mayoritariamente a Motxila 21. Esa Pamplona que el 6 de julio dijo sí a la integración, a la vida, y a superar las diferencias, de la mano de la apuesta musical de la Asociación Síndrome de Down de Navarra.