La ordenanza y el euskera

“Navarra, pueblo de los auténticos vascones, ha constituido y constituye un ente singular y perfectamente definido, mezcla de sangres y de costumbres, pero con unidad sentida y querida, fruto de la convivencia en una misma empresa, que nos ha forjado con personalidad propia que estamos decididos a mantener”.

Eso dice el punto 3º de la declaración programática del Acta Fundacional de UPN (año 1979), y quiero destacarlo precisamente ahora que el cuatripartito quiere aprobar la Ordenanza del Euskera en Pamplona, la capital de Navarra.

Adelanto desde ahora, que vamos a trabajar en este asunto, como siempre lo hemos hecho, con el objetivo de que nuestra lengua sea un elemento de unidad y convivencia y no de enfrentamiento. Por eso estamos totalmente en contra del contenido de esa ordenanza, porque que impone el euskera, y lo que se impone se odia. Muy al contrario, nosotros amamos Navarra y por ello, también el euskera.

El Diario de Navarra se hacía eco el pasado 27 de noviembre del congreso itinerante que realiza Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos) al celebrar el centenario de su fundación. Su lema “El futuro que nos (re)úne”.

Iñaki Dorronsoro, su presidente, decía que hace cien años, el objetivo era la recuperación de la cultura y la lengua vascas, que corrían peligro de extinción y lamentaba que las lenguas se hayan convertido en un elemento de confrontación política. Como posible solución, proponía que la sociedad civil entre en debates constructivos, haciéndolo de manera abierta y sosegada.

Personalmente, estoy totalmente de acuerdo con él y, en Pamplona, ahora es un buen momento para buscar el consenso de los 27 concejales sin imponer el 14 (cuatripartito) a 13 (UPN, PSN) habitual. Es el momento de un gran debate ciudadano, de la sociedad en su conjunto, que nos lleve a acuerdos sobre el lugar que debe ocupar el euskera en Navarra.

Un debate que debe reconocer en primer lugar que el riesgo de extinción del euskera que pudo existir hace cien años ha desaparecido, pero que su utilización política está ahí porque para algunos es un elemento imprescindible de identidad nacional (lengua, bandera, territorio).

He empezado destacando que en los estatutos fundacionales de UPN se define Navarra como la tierra de los auténticos vascones y por eso el vascuence (euskera) es una lengua que desde UPN respetamos y queremos fomentar. Por eso, uno de nuestros principios políticos es que UPN no sólo respeta la lengua vasca como lengua propia, sino que se atribuye un protagonismo especial en su desarrollo y uso a lo largo de la etapa democrática; pero también que dicho uso no necesita de privilegios ni ventajas competitivas respecto a otras lenguas y que su desarrollo ha de estar basado en la voluntariedad y en la libertad y situarse alejado de la política.

Por eso decimos no a la ordenanza del euskera del cuatripartito. Por eso reclamamos que se pare su tramitación y se pueda debatir su contenido con sosiego.

Si se impone a los pamploneses una ordenanza que convierte al euskera en un salvoconducto para ser funcionario municipal o trabajar en una empresa que contrate con el ayuntamiento; si el uso del euskera se convierte en obligatorio para toda asociación que quiera organizar eventos con la colaboración municipal y si en cualquier texto que salga del Ayuntamiento se va a priorizar el euskera, flaco favor se hará a nuestra lengua.

En el congreso que antes he citado, David Thunder, del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra decía que las instituciones y políticas públicas deben desligarse de visiones identitarias sólo compartidas por un sector limitado de la población y centrarse en las necesidades que afectan a todos los habitantes de ese territorio.

Es voluntad de UPN buscar, también con el euskera, lo que une y no lo que separa. Nos une el cariño y respeto hacia el euskera, que perdure, que se fomente, que no se pierda, que lo hable quien quiera.

Nos separa su imposición, que la ordenanza trate a Pamplona como si estuviese en la zona vascófona yendo mucho más allá de lo que dice la ley, que no garantice el derecho de unos a vivir en euskera sino que obligue a hacerlo a los que no quieren.

Como dice Thunder, si el euskera no se desliga de las visiones identitarias de unos pocos seguirá siendo un elemento de confrontación. Debemos establecer entre todos un marco con unos límites razonables, que la mayoría entienda y comparta, a cuestiones como el conocimiento del euskera en la enseñanza reglada, en los comercios y en la administración.

El primer paso debe ser la paralización de esta ordenanza del euskera que el cuatripartito de Pamplona quiere aprobar sin consenso porque, de lo contrario, se estará fomentando esa confrontación, ese odio a nuestra lengua, que nos obligará, a los que ahora estamos en desacuerdo, al recurso judicial y a darle la vuelta si dentro de unos meses otras mayorías políticas lo permiten. Y eso no es nada bueno ni para nuestra lengua ni para Pamplona.