Pío XII vs. Gamonal

Recuerden los lectores aquellos violentos sucesos ocurridos en el barrio de Gamonal, en Burgos, en enero del año 2014. Aquel conflicto, que fue considerado por muchos una de las expresiones más importantes del movimiento 15 M, originado pocos años antes, fue visto con enorme simpatía en la mayoría de los medios de comunicación, y desde luego, desde todo el espectro de nuestra variopinta izquierda. El enorme daño social y económico provocado por la crisis, que había golpeado a todos los sectores sociales, pero con especial saña a los sectores de rentas medias y bajas (me resisto a llamarles “clases  sociales”, no creo en una sociedad de clases sino de individuos), provocó esa visión solidaria con este tipo de movimientos por parte de la mayoría de la opinión pública.

Con posterioridad hemos visto cómo esta corriente social ha sido aprovechada e invadida por la extrema izquierda y el “tardo comunismo” más rancio y reaccionario hasta hacerla completamente suya. De aquello ya sólo queda un partido político, Podemos, con sus diferentes marcas locales, que ha rescatado del olvido viejas formas de las soñadas “repúblicas populares” (o “democráticas”), repúblicas en las que esta gente sigue soñando, algo asombroso, conociendo, como conocemos, su tétrica historia. Hoy nos escandalizamos por la obsesión de algunos por construir un muro para que la gente no entre en su país, pero no hemos olvidado que otros, a los que los dirigentes de Podemos admiran, construyeron muros, como el de Berlín, para que la gente no pudiera huir de su país. Aún quedan lugares así, Cuba o Corea del Norte, lugares donde la gente se enfrenta a una muerte casi segura si intenta salir y en los que nadie quiere entrar.

Pero las consecuencias de aquellos movimientos sociales no sólo han quedado reflejadas en el nacimiento de un nuevo partido de extrema izquierda, ha habido otras que han enriquecido el ejercicio de la política y han traído nuevas formas de ejercer la representación democrática y el poder. La principal de ellas es la incorporación de la participación pública como procedimiento previo a la elaboración de proyectos públicos, leyes, etc.

Todos los partidos políticos han asumido esta novedad que, en el caso del urbanismo navarro, ya quedó incorporada a la legislación en el anterior mandato, bajo la presidencia de Yolanda Barcina, algo contrapuesto al sistema de participación aplicado por nuestro cuatripartito, basado en reunir a la gente en corros, repartirles rotuladores, gomets y post-its de colorines, como si fueran niños en una escuela infantil “0 a 3”, y en el que introducen con habilidad en cada corro, a un “técnico de participación” que se dedica a dirigir y manipular los resultados para adaptarlo a lo que el “poder” quiere imponer.

Y esto enlaza con lo que está sucediendo con la implantación de carriles bici en la Avenida de Pío XII. El caos de propuestas generado por la actitud filibustera del concejal de Ecología Urbana y Movilidad, presentando variopintas opciones en sucesivas ruedas de prensa, sin consensuarlas, no ya con la Mancomunidad que está redactando el Plan de Movilidad Urbana Sostenible para toda la comarca, sino ni siquiera con sus socios del cuatripartito. Y la reacción tardía e improvisada de Bildu y Geroa contraprogramando con nuevas propuestas, que han pretendido aprobar en la última Junta de Movilidad, en plan trágala, en la que no han conseguido un acuerdo, ni siquiera para aprobar el acta de dicha Junta. Ahora mismo, tanto Bildu como Geroa consideran que los procesos de participación “lo enturbian todo” (sic).

Cuando estaban en la oposición eran los adalides de la participación, hoy parece que esa misma participación lo enturbia todo. No han aprendido nada de aquellos sucesos de Gamonal. Ya no se puede transformar una ciudad sin seguir estrictos protocolos de participación pública, estrictos protocolos, que ya están impuestos por ley en toda tramitación urbanística de calado.

Y eso es lo primero que hay que hacer con la transformación de Pío XII. Iniciar un proceso formal de participación, olvidarnos de rotuladores, gomets y post-its de colores, y hacerlo realmente en serio y sin tomar el pelo a los ciudadanos. Aquella transformación de Gamonal que pretendió, y no ejecutó, el alcalde de Burgos, y que también consistía en carriles bici, plataformas exclusivas para transporte público, peatonalización y viales de coexistencia, y que fracasó, entre otras cosas, por carecer de un proceso de participación pública de altura, debe ser una enseñanza básica para afrontar la transformación de Pío XII.

Para este tipo de actuaciones urbanas, a estas alturas de la historia, se necesita, en primer lugar, consenso político mayoritario, seriedad técnica en las propuestas, y desde luego, participación pública. Ninguna de estas condiciones imprescindibles se están dando en el proceso de transformación de Pío XII, una nefasta gestión del equipo de gobierno de Asirón, que no ha conseguido consenso ni siquiera, como he dicho antes, para aprobar el acta de la Junta de Movilidad, ni dentro ni fuera del cuatripartito. Con estos mimbres no se puede hacer un cesto.