Geroa Bai, como un azucarillo

Geroa Bai y, especialmente su presidenta, se presentaron ante los navarros en las pasadas elecciones como una opción supuestamente moderada y moderna. Una vez más, guardaron las ikurriñas en el cajón y con una media sonrisa ocultaron sus verdaderas intenciones. Engañaron a sus votantes. Algunos sabían lo que compraban y lo hacían convencidos, pero muchos otros cayeron en la trampa del camuflaje político de Barkos.

Hoy ya nada queda de aquella supuesta moderación, de aquel discurso de investidura en el que se decía sabedora de presidir una comunidad no abertzale o de sus amables palabras hacia las víctimas de ETA.

Por acción o por omisión, hoy Geroa Bai aparece disuelta completamente en la voluntad de Bildu. Sólo así se entiende el acto del pasado sábado en el que participaron familiares de terroristas y que supone la aceptación absoluta de los postulados de Bildu en relación a los 40 años de pólvora y plomo que ha sufrido esta tierra. La maquinaria de todo un Gobierno de Navarra, alimentada con los impuestos de todos los ciudadanos, al servicio del relato que Bildu quiere imponer; protagonizando la primera página del blanqueamiento de la sangrienta historia del terrorismo etarra.

La misma radicalidad se observa en educación, con una persecución vergonzosa contra los estudiantes becados de la Universidad de Navarra, que sólo su determinación ha logrado doblegar. También se demuestra cuando con los impuestos de todos los navarros pagan campañas que apoyan y fomentan única y exclusivamente el modelo D.

La abdicación de Geroa Bai de sus promesas electorales se hace patente en todas las materias, incluso en Hacienda, con subidas imposibles de impuestos opuestas a las realizadas por el PNV en la CAV, o en infraestructuras, siendo incapaces de defender la llegada del tren de Alta Velocidad con la misma vehemencia con la que lo hacen sus compañeros de partido en Vitoria. ¿Por qué apuestan por el frenazo en seco de nuestra tierra mientras pisan el acelerador más allá de la muga?

Este proceso de disolución también se ha producido durante estos meses en el Ayuntamiento de Pamplona, donde sus concejales se han convertido en los mejores abogados defensores de Asirón y de sus andanzas. Haga lo que haga Bildu, la bronca siempre es para UPN. Como si nosotros tuviéramos culpa en la expulsión de los niños de las escuelas infantiles para imponer el euskera, en la censura a una exposición de víctimas de ETA, hubiéramos contratado a los amigos de los dirigentes de Aranzadi o adjudicado un contrato de 130.000 euros a una hermana, como han hecho miembros del equipo de Gobierno sin que hayan levantado la voz.

Resulta pueril, pero en medio de semejante escenario, Geroa Bai sólo se ha enfrentado a sus socios por el uso de las chisteras.

La fidelidad a Barkos y al sillón que ocupa y que a su vez pende de la voluntad parlamentaria de Bildu les hace ser cómplices de todo lo que está ocurriendo en Pamplona durante estos meses. Cuando en 2019 quieran separarse de la nefasta gestión de Asirón, que lleva camino de pasar 4 años sin hacer otra cosa que demostrar sus dotes para el interiorismo y mimar a su 16% de votantes, habrá que preguntarles dónde estaban ellos para evitarlo.

Sin embargo, todo lo sucedido hasta el momento no es nada comparado con la vergüenza de ver a una presidenta del Gobierno de Navarra repudiar a nuestra propia bandera. Porque eso es al fin y al cabo lo que supone la derogación de la Ley de Símbolos, un ataque directo a nuestra identidad histórica, a nuestras raíces, y un paso más en su voluntad de convertirnos en una provincia de Euskadi. Un borrón sobre la historia del Reino de Navarra para imponernos desde algún batzoki en Bilbao una bandera diseñada hace poco más de 100 años, que ondee sobre un símbolo inspirado en el pendón usado por de nuestros reyes hace más de cinco siglos.

Geroa Bai, o mejor dicho la imagen que trataron de vendernos de ella, se ha disuelto definitivamente como un azucarillo. Los navarros le dieron un importante toque de atención en las elecciones generales en las que obtuvo un mísero 4,2% de los votos. La respuesta, sin embargo, no ha pasado por reconocer su error y abandonar su absurda competencia con Bildu en la radicalidad. Muy al contrario, Barkos y Geroa Bai siguen bailando al son que marca la antigua Batasuna.

A este paso Geroa Bai se convertirá en una víctima más de ese axioma de la política navarra que afirma que todo aquel que se acerca a Bildu acaba devorado por Bildu. Le pasó a EA y a Aralar y le va pasará a Geroa Bai y a Barkos si insisten en gobernar en contra de la mayoría de los navarros.

Fermín J. Alonso