Cómo te puede cambiar la vida la nueva ordenanza de euskera

Hagamos un ejercicio práctico y apliquemos al día a día la nueva ordenanza del euskera presentada por Asirón esta semana. Parece ciencia ficción, demasiado surrealista para ser cierto, pero así es la Pamplona que quiere el cuatripartito. Todas las situaciones descritas a continuación son reflejo de la aplicación práctica del articulado de la normativa presentada por el cuatripartito.

Pensemos en un ciudadano tipo: Julio, unos 40 años, por ejemplo. Pertenece al 97,1% de los pamploneses que según los estudios del propio Gobierno Barkos no habla euskera.

Un día se levanta y la ciudad le parece distinta. No es hasta caminadas unas cuantas manzanas cuando se da cuenta de qué sucede.

Todos los carteles están cambiados: los de las calles, las señales… ¡todo!

El Segundo Ensanche es ahora Bigarren Zabalgunea – Segundo Ensanche y la Vuelta del Castillo, Gaztelugibel – Vuelta del Castillo. En todos el euskera está por encima del castellano. Como la app Telpark desde hace unos días.

En fin, no puede pasarse la mañana mirando placas y señales, y acelera el paso para no llegar tarde al trabajo. Apenas pone un pié dentro de la empresa, el gerente le aborda.

– Tenemos que hablar. O aprendes euskera o tenemos que echarte. El Ayuntamiento nos obliga a tener personal que lo hable si queremos mantener el contrato con él y tú eres el que menos tiempo lleva…
– Pero si soy arquitecto, trabajo en una oficina… ¡no tengo que atender a ninguna persona!
– Da igual, dicen que ahora no tiene por qué existir una atención presencial para requerirse personal con titulación de euskera, que lo dice la Ordenanza.
– Pero si trabajo en una oficina, no hablo con nadie de fuera… ¿Cómo se van a enterar?
– Han creado un cuerpo de inspectores dedicados exclusivamente a controlar el nivel de euskera de los trabajadores de empresas con contratos con el Ayuntamiento. ¡No podemos jugárnosla!

Así que, durante la comida, Julio busca euskaltegis con el móvil.

A la tarde, recoge a su hijo para llevarle a entrenar a baloncesto. Va a empezar su segunda temporada y está feliz.

“¡Kaixo!”, le saluda el nuevo entrenador que por lo visto ya no es Carlos, su antiguo compañero del colegio.

– ¿Y Carlos?, pregunta a uno de los otros padres.
– Lo han echado. No sabía euskera y como el equipo recibe subvención del Ayuntamiento y el polideportivo es municipal…
– ¡¡Pero si ningún niño del equipo habla euskera!!
– Ya, pero no es que lo hablen… Se trata de respetar su derecho a poder jugar a baloncesto en euskera.
– ¡Pero si no lo habl…

Prefiere no discutir.

Decide pasar del tema y llamar a Carlos para recomendarle un euskaltegi.

Mientras saca el teléfono, vuelve a acelerar el paso para poder aprovechar el tiempo que dura el entrenamiento de su hijo echando una mano en la asociación de apoyo a familias inmigrantes a la que va algunas tardes a echar una mano.

– ¿Y eso?
– Los folletos de las jornadas de la semana que viene sobre Bolivia.
– ¿Bolivako herriaren kulturaren eta gastronomiaren egunak?
– Es que el Ayuntamiento nos da 600 euros al año y tenemos que ponerlo todo también en euskera.
– ¿Pero saben en el Ayuntamiento que sois una asociación de gente de otros países y que la mayoría lleváis aquí pocos años?
– ¡Sí! Lo peor va a ser aprender a hablarlo de aquí al sábado próximo… Viene el concejal de Participación Ciudadana a la entrega de los premios y la ordenanza dice que entonces los saludos y los discursos deben ser también en euskera.

Julio no entiende nada. Ayuda a meter todos los folletos en cajas y vuelve a por su hijo.

Juntos llegan a casa, donde su madre les recibe con la triste noticia de que no ha sacado plaza en el Ayuntamiento.

Ha aprobado la oposición con muy buena nota, pero le han adelantado otros candidatos que sí sabían euskera, aunque la plaza no lo exigía. Ella tiene títulos de inglés y alemán, pero la ordenanza fija que el euskera ha de valorarse siempre un 25% más que cualquier otro idioma en todas las plazas. Incluso en la oficina de turismo. Incluso más que un doctorado.

– ¡Se acabó, todos a la cama!

“Menos mal que todavía no nos obligan a soñar también en euskera…”, piensa mientras lamenta una pesadilla que ya dura 3 años y medio.