¿Hay buenas y malas feministas?

El pasado 6 de marzo, el centro Reina Sofía de adolescencia y juventud presentó su barómetro sobre Juventud y Género 2017. Del mismo se extracta que sólo tres de cada diez jóvenes se consideran feministas, siendo la proporción de dos de cada diez en hombres y cuatro de cada diez en mujeres.

Si buscamos la definición más amplia de feminismo, nos puede servir la que propone la RAE, el feminismo es en su primera acepción el “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”. Cuando ese mismo barómetro pregunta a los jóvenes sobre este principio, una abrumadora mayoría está de acuerdo con el mismo, gracias a Dios, dicho sea de paso.

Entonces, ¿por qué los jóvenes mayoritariamente no son feministas? O mejor, ¿Por qué no se consideran como tales, si el 75% de ellas y el 56% de ellos, son además conscientes de que en la sociedad actual continúan existiendo desigualdades entre hombres y mujeres? ¿No resulta tremendamente contradictorio? Decía Anna Sanmartín, subdirectora del centro Reina Sofía que esta contradicción posiblemente se debía a que el feminismo tiene mala prensa.

¿Cuál es la razón de que un principio como la igualdad tenga mala prensa entre los jóvenes, y no tan jóvenes? ¿Por qué muchas mujeres, no se sienten identificadas con el movimiento feminista, siendo de hecho feministas si aplicamos la definición anteriormente citada? Porque una parte del movimiento feminista se está radicalizando, sobre todo en sus formas y en sus medios.

Personalmente me resultó muy ilustrativa una entrevista que concedió hace poco la cantante Bebe. Bebe ha sido en la última década uno de los rostros más visibles de la lucha de la mujer y la igualdad de género, desde que consiguiera un éxito internacional con sus canciones denuncia Malo y Ella, allá por el 2004.
Esta mujer, cantante de cabecera de muchas feministas, se atrevió hace unos meses a decir que ella no era feminista, bajando de los altares del movimiento al averno de las redes sociales en lo que cuesta escribir 140 caracteres.
En esta ocasión Bebe ha matizado sus palabras, y dice no estar de acuerdo con ese feminismo que culpabiliza al hombre por el hecho de haber nacido hombre, a la par que acusa al movimiento de estar volviéndose muy violento.
Es recomendable ver el extracto de la entrevista porque, quizá más que sus propias palabras, es revelador el titubeo con el que se expresa, cómo mide cada término, su evidente nerviosismo, que delata el miedo de quien sabe que se está enfrentando al pensamiento hegemónico y que va a volver a ser despellejado por un movimiento que no tolera disensiones.

Pero tiene razón. Digan lo que digan, hay una parte del feminismo que se ha radicalizado y mucho. En Pamplona hemos visto cómo feministas han ahorcado a muñecos que representan a la manada; cómo han recorrido las calles con pasamontañas y antorchas al más puro estilo KuKluxKlan, vociferando consignas intimidatorias hacia los hombres y alimentando linchamientos populares contra los agresores; cómo han echado a empujones a los hombres que han querido unirse a su causa, no permitiéndoles participar en la manifestación…
Son estos últimos movimientos, que por otra parte son los más visibles, los que dan mala prensa al feminismo, los que hacen que sólo tres de cada diez jóvenes se sientan feministas. Flaco favor hacen intentando monopolizar y liderar un movimiento que nos debería implicar a todas.
Pero es que, además, ese feminismo que enfrenta a la mujer contra el hombre, define a las mujeres como víctimas de una sociedad heteropatriarcal dominada por los hombres. Y ahí es donde millones de mujeres disentimos, porque no nos sentimos víctimas de la sociedad, ni queremos que se nos trate como tal.

Las mujeres, al menos en España, no nacemos víctimas; no nos sentimos victimas de nuestros padres, hermanos, maridos, amigos, o compañeros de trabajo… Somos y nos sentimos sus iguales y por eso, luchamos todos los días para que todas vivamos esa realidad. Nosotras, las que no nos consideramos representadas por determinados colectivos feministas, también somos feministas.
Queda mucho por hacer para conseguir una igualdad real, hay que acabar con la brecha salarial, con el techo de cristal en el acceso a puestos de responsabilidad, es imperioso conseguir un reparto equitativo de tareas domésticas y cuidado de familiares, desterrar la violencia de genero… ¿Pero, de verdad lo vamos a conseguir ataviadas con pasamontañas morados amedrentando hombres a nuestro paso? Personalmente creo que no, creo que el enfrentamiento con los hombres no conduce a la igualdad real. Si los hombres no son feministas, jamás lo conseguiremos, porque si nosotras somos la mitad de la sociedad, ellos son la otra mitad. Conseguir la igualdad es trabajo de todos, pero las instituciones estamos obligados a conseguirlo adoptando medidas profundas, que son las costosas, las difíciles de implantar, pero las que harán que las cosas continúen cambiando, y dejarnos de fuegos de artificio.