Okuparon una casa

Pudiera volver a la actualidad el poema del alemán Martin Niemöller (a veces atribuido a Bertol Bretch):

«Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada,
porque yo no era socialista.
Luego vinieron por…”

Es innecesario citarlo en su totalidad por ser sobradamente conocido. Y pudiera volver a la actualidad por la tolerancia y complicidad que las dos administraciones públicas y principales de Navarra, el Ayuntamiento de Pamplona y el Gobierno Foral están teniendo hacia los diversos “okupas” que están campando a sus anchas en nuestra ciudad.

Empezó la historia con la ocupación del “chalet de Caparroso”, de propiedad municipal, cuyo uso había sido solicitado por alguna ONG. Después de varias obras ilegales, ante la total disposición del fenecido cuatripartito liderado por Bildu, de cedérselo en condiciones legales (recuerden el famoso “ropaje jurídico” que estaba dispuesto a construir el alcalde para facilitar dicha cesión), no pudo llevarse a cabo ya que los “okupas” no se avinieron finalmente la forma definida en ese “ropaje”. Esta gente no quiere que se les ceda nada, quieren ocuparlo ilegalmente. Es su naturaleza.

Continuó (y continúa) con la ocupación masiva de las viviendas propiedad de la sociedad municipal PCH en el Casco antiguo, ante la absoluta tolerancia del alcalde Asirón. Más suma y sigue con el episodio grotesco de la ocupación e inmediato desalojo del edificio privado del Paseo de Sarasate por parte de la Policía Municipal, a las órdenes de un juez, que terminó con la bochornosa y humillante actuación represiva del omnipresente alcalde contra esa misma Policía Municipal, retirándoles las porras extensibles.

Ante esta situación, con los poderes públicos desacreditando a su propia policía, los “okupas” han ido creciendo, apropiándose de una nave en la calle Artica, nave bajo el control de una junta de compensación urbanística privada, en la que también tiene participación el propio Ayuntamiento de Pamplona; del Palacio del Marqués de Rozalejo, con otro surrealista episodio de policías y jueces y un Gobierno Foral haciendo el ridículo con su chapucera forma de poner una vela a Dios y otra al diablo. Se han apropiado también de un edificio de propiedad municipal en el parque de Aranzadi y más recientemente con unas viviendas, alguna privada, en la calle Tejería. En este último caso, causando graves daños y perjuicios a un propietario particular al que han destruido gran parte de sus ahorros.

La situación se agrava porque todos estos “okupas” consiguen para los inmuebles que usurpan los necesarios suministros urbanos, véase electricidad, agua y saneamiento. ¿Cómo lo hacen? Seguramente de modo ilegal, puenteando contadores o sencillamente robando a las compañías suministradoras o a otros vecinos.

Este problema se está desbordando. Los ciudadanos debemos ser conscientes de que la administración pública, es decir, el Ayuntamiento de Pamplona y el Gobierno de Navarra, nos ha abandonado. Tan sólo la honrosa participación puntual de estos dos jueces nos da algo de esperanza. Debemos ser conscientes, todos los propietarios de cualquier patrimonio inmobiliario, aunque sea nuestra propia vivienda (sobre todo si está en una zona más o menos degradada), local o trastero (ya se han dado ocupaciones de trasteros en edificios municipales en Buztintxuri) de que podemos ser víctimas de una ocupación, y a la vista de la experiencia, también debemos ser conscientes de que estas dos administraciones públicas no harán nada por nosotros, como no han hecho nada hasta ahora.

Por eso vienen a cuento los versos de Martin Niemöller. La ciudadanía no puede permanecer pasiva ante estas ocupaciones, no podemos mirar hacia otro lado hasta que el problema alcance proporciones incontrolables. No podemos permanecer impasibles simplemente porque de momento no nos afecte. Nos afecta y mucho. Nos afecta porque en su mayoría es patrimonio público, o sea, nuestro. Nos afecta por el agravio comparativo con los jóvenes que pagan los alquileres de sus bajeras y piden sus licencias.
Nos afecta por los hosteleros en las mismas circunstancias. Nos afecta porque ya ha caído algún particular, grave preludio de lo que les puede pasar a otros o a nosotros mismos.

No podemos mirar hacia otro lado aunque los límites a la acción de los ciudadanos se ciñan a acudir a la justicia o a pensarse muy bien las cosas a la hora depositar nuestro voto en una urna. Está claro quienes apoyan, promueven, consiente o toleran las ocupaciones, piénsenlo.